Pero hete aquí que llegó el recuento, y la sorpresa fue mayúscula. El alcalde era de los cuatro el menos votado, por lo que quedaba fuera. El revuelo en el pueblo fue mayúsculo y durante unos días no se habló de otra cosa. Pero son cosas que pasan, es lo que tiene la democracia, que a veces te da sorpresas, y parece que la cosa no iba a pasar a mayores, hasta que hoy se ha publicado en el Diario de Burgos este artículo.
El espectáculo es vergonzoso. Para los que nos sentimos arraigados en ese grupo de casas y pajares caídos, solo nos queda desear que el sistema funcione y que lo que en un principio parecía una pataleta, a quien todo el mundo tiene derecho, termine solo en eso.
Me quedo con las palabras del diputado socialista, sobre lo que la gente que dice que vota. Parece mentira que los políticos, con lo habituados que están a ella, sean capaces de tomar juramento de veracidad sobre lo único que nadie puede allanarte, el secreto de tu voto.